Desde el 11 de agosto hasta el 1 de septiembre del 2015, los voluntarios de VIS Foundation llevamos a cabo una misión humanitaria en El Salvador, en el corazón de Centroamérica.
Unos días antes de nuestra salida, el Papa Francisco habló, durante el Ángelus del domingo, sobre los graves problemas de este país, muy afectado por la inseguridad, la violencia y la injusticia social. La trágica noticia de los asesinatos, en continuo aumento, perpetrados a diario en la mayor parte de El Salvador por parte de las «maras», suscitaba gran preocupación. Los voluntarios, sin embargo, no cedimos al miedo ni nos dimos por vencidos; seguimos adelante con nuestro proyecto, decididos a vivir un verano diferente, centrado en la solidaridad y en favor de nuestros hermanos más necesitados.
La misión ha tenido dos etapas. La primera se desarrolló en la escuela «Mano Amiga – VIS», ubicada cerca de San Luis La Herradura, en el departamento (como llaman allí a las regiones) de La Paz, a una hora en coche de la capital, San Salvador. La segunda etapa tuvo lugar en una pequeña comunidad de pescadores llamada «La Colorada», en los manglares tropicales del Estero Jaltepeque, cerca de la desembocadura del río Lempa.
El «Complejo Educativo Católico Mano Amiga – San Antonio», que desde hace dos años está dirigido por VIS Foundation, acoge unos 400 estudiantes desde infantil hasta bachillerato. Es un colegio muy bonito, con amplios espacios deportivos, aulas luminosas, verdes jardines y una magnífica piscina, importante considerando el clima extremadamente cálido de este país. En la escuela reina un gran ambiente de alegría y entusiasmo. ¡Esto es lo que impresiona inmediatamente al cruzar la puerta del colegio! De hecho, los niños y niñas más pequeños nos recibieron en la entrada con un afecto y una alegría que nos conmovió. Son pobres económicamente, pero con tal riqueza humana que golpea emocionalmente a un europeo, tristemente acostumbrado al cansancio y al pesimismo del viejo continente.
En «Mano Amiga – VIS» hicimos un montón de cosas. Desde el mural en la pared de la biblioteca, a la pintura de las paredes de la escuela infantil para darle más color o la reparación de las barandillas de las escaleras… No faltaron los partidos de fútbol con los estudiantes más mayores, ni el trabajo en los jardines, ni las reuniones de formación en valores, ni las clases de italiano, muy apreciadas por todos los estudiantes.
Los dos sacerdotes del grupo también dedicaban mucho tiempo a la formación espiritual: confesar, celebrar la Misa, etc. En este país, en general, la gente sigue siendo muy religiosa.
También hubo espacio para la formación de los profesores de la escuela y para una reunión con los padres de familia sobre la educación de los hijos. En resumen, ¡no paramos ni un momento! A las 7.00 de la mañana ya teníamos que estar en la escuela listos para comenzar las actividades… En medio de este intenso trabajo, nos fuimos tres días a San Salvador, la capital, para conocer la ciudad y visitar a algunos amigos que nos recibieron muy bien y con los que pudimos hablar sobre el proyecto. Conocimos al equipo de VIS Foundation en este país y al Nuncio Apostólico, Mons. León Kalenga, quien nos agradeció el trabajo y nos animó a seguir adelante con nuestra misión.
¿Qué más se puede decir? Han sido dos semanas realmente increíbles. La verdad es que no queríamos irnos, pero incluso los chicos y las chicas insistían para que nos quedáramos más tiempo con ellos… Pero, ¡nada!, la misión continuaba y llegaba el momento de vivir la segunda etapa, en los manglares, con una pequeña comunidad de pescadores que nos esperaba. Así que nos dispusimos a iniciar la nueva aventura.
Tras media hora de coche, tomamos un barco que nos llevó a los manglares tropicales del estuario del río Lempa; a la comunidad más alejada de la «civilización» y la más cercana al Océano Pacífico. Navegamos cerca de una hora hasta que llegamos al lugar de destino; una vez allí nos hospedamos en la casa de una familia que habita en las afueras de la «Colorada», a la orilla de uno de los pequeños canales de los manglares. Si tuviéramos que elegir una palabra para describir el lugar, sería ésta: ¡paraíso! Todo lo que nos rodeaba era vegetación virgen y exuberante, un lugar fascinante lleno de iguanas, aves exóticas y una gran variedad de peces.
¡Enseguida empezamos a trabajar! La pequeña comunidad, de unas cien almas, nos pidió que, en primer lugar, reformáramos la iglesita del pueblo. Rehicimos el techo y pintamos con mucho cariño y detalle toda la construcción religiosa. Se nos unió un grupo de voluntarios de la isleta, unos quince en total; con ellos creamos un buen trabajo en equipo e hicimos una amistad sincera. Luego fuimos a trabajar a la escuela, prácticamente al lado de la iglesia, para pintarla por dentro y por fuera. El Colegio Americano de San Salvador nos donó los fondos necesarios para la adquisición de todo el material; les estamos muy agradecidos.
Mientras estábamos en los manglares, llegó la noticia de la muerte del sacerdote que se encargaba de la zona, el Padre Abel. Era muy conocido en la zona (e incluso en el extranjero) por su trabajo en favor de los más desfavorecidos, especialmente los jóvenes, y por fundar una congregación religiosa, los Misioneros de Cristo Crucificado. Al día siguiente, pues, tomamos el barco de nuevo; tras una hora y media entre los manglares, llegamos al multitudinario funeral. Allí pudimos saludar al Obispo de Zacatecoluca, Mons. Elías Samuel, que es el ordinario diocesano de la zona en la que estábamos realizando la misión. Le saludamos y le explicamos nuestro trabajo; él fue muy amable, nos dio las gracias y nos bendijo.
Como anécdota, durante nuestra permanencia en “La Colorada», una vez cenamos iguanas o «garrobos». No estaban mal, ¡pero definitivamente hemos comidos platos mejores! No pudo faltar nuestro día de pesca y, la verdad, nos fue bastante bien. Así pudimos saborear los exquisitos peces de la zona.
Los sacerdotes que venían con nosotros celebraron la Misa en «La Colorada» el domingo anterior a la conclusión de la misión; estupenda ocasión para inaugurar la nueva iglesia. El ambiente de alegría y agradecimiento de la comunidad nos puso la piel de gallina. Estábamos tan contentos que no nos queríamos ir. ¡Más pasan los días y más ganas tenemos de volver!
En fin, ésta es nuestra breve crónica de la experiencia que hemos vivido en este maravilloso país de América Central. Tal vez no hemos logrado expresar muy bien lo vivimos cada uno de nosotros, pero al menos lo hemos intentado. ¡La verdad es que nos viene muy bien a todos comunicar buenas noticias! Nuestro mayor deseo es volver de nuevo con las personas que hemos conocido ahí, volverles a dar un fuerte abrazo y pasar junto a ellos un verano más. Esperamos poder hacerlo el próximo año.
Las misiones humanitarias cambian la vida. ¡Estad seguros! La nuestra ha cambiado, ha mejorado y estamos agradecidos a VIS Foundation por la oportunidad que nos ha brindado y a la gente que conocimos porque realmente han sido maravillosos. ¡Nos les olvidaremos nunca!
Voluntarios de VIS Foundation que han participado en la misión 2015 en El Salvador